Uno es mayor que el otro por siete meses. El “mayor” comenzó su vida pública en 1981, cuando fue elegido secretario de Deportes de su sindicato; el “menor” cuando fue nombrado viceministro de Inversión Pública en 1989.
A lo largo de sus vidas políticas se han encontrado y han tenido encontronazos, pero, ¡ay diablos!, finalmente, conscientemente o no, se han dado respaldos en momentos clave de sus lideratos.
Hoy, en el prólogo de su retiro de la vida pública, el mayor ha sufrido una derrota política el 17 de agosto pasado de la que el menor (otra vez, ¡ay diablos!) quiere rescatarlo, en medio de una feroz campaña proselitista que, al parecer, no termina de catapultarlo a la Presidencia del país.
Se trata de Evo Morales Ayma, presidente de Bolivia entre el 22 de enero de 2006 y el 10 de noviembre de 2019, y Jorge Tuto Quiroga Ramírez, presidente entre el 7 de agosto de 2001 y el 6 de agosto de 2002.
Ambos se utilizaron en la construcción de su liderato a partir de la confrontación. El crecimiento de la figura de Evo en el Chapare y la ampliación de su presencia en el país fue producto de las políticas antidroga de las sucesivas administraciones gubernamentales. Y consolidó su liderazgo en 1997, cuando logró la mayor votación que tuviera hasta entonces un candidato, al ser elegido diputado en 1997, en los comicios de ese año, en los que Tuto fue elegido vicepresidente.
Fue una gestión en la que Tuto fungió como virtual primer ministro y asumió la dirección de la política de “coca cero”, entendida como la erradicación total de la hoja de coca en el trópico cochabambino, cueste lo que cueste, mientras Evo, más bien, asumía su defensa, también cueste lo que cueste.
La confrontación fue sin tregua, al menos públicamente. Y presiones van y vienen, Tuto, ya en yunta con su actual jefe de campaña, entonces presidente de la Cámara de Diputados, autorizó (probablemente con el visto bueno del presidente Banzer) un proceso de desafuero de Evo que culminó el 22 de enero de 2002. Pero, se quedó ahí y no prosperó el juicio penal por el que el diputado fue desaforado, situación que consolidó aún más el liderazgo de Evo que, con el olfato político que tenía, se posesionó como uno de los líderes más importantes al punto que (¡ay con los diablos!, ayudado por el entonces embajador de EEUU, que aparecía como su principal perseguidor) ocupó el segundo lugar en las elecciones generales de ese año (y, subjetiva creencia de este columnista, no fue presidente por un tremendo error cometido por Gonzalo Sánchez de Lozada que persistió en su reelección).
Con el resultado obtenido, Evo se convirtió en el líder de la oposición apropiándose, además, del discurso indigenista, ausente hasta entonces de su ideario político. Así, en las elecciones de 2005 obtuvo el 53,72 por ciento de los votos, mientras Tuto, que comenzó la campaña con una clara ventaja sobre Evo y fundó la agrupación Poder Democrático Social (Podemos), alcanzó al 28,62%.
El diablo siguió haciendo travesuras. La más importante: en la primera etapa de gobierno de Evo y en un momento en que mostraba más debilidad, Podemos propuso convocar a un referendo revocatorio. De inmediato, el MAS rechazó, pero Evo, que retornaba de Brasil, ordenó que se la acepte, incluyendo a los Prefectos que habían sido elegidos por primera vez en la historia del país. Podemos admitió la condición y, pese al pedido de varios sectores ciudadanos de que esa idea no prospere, la consulta se realizó y Evo obtuvo el 67,43 por ciento de aprobación.
Con esa legitimidad, una nueva Constitución Política del Estado y la administración estatal, en 2014 Evo fue por su reelección en la que obtuvo el 61,36 por ciento de los votos, frente a una oposición dividida entre Samuel Doria Medina, que alcanzó el 24,24 por ciento y Tuto el 9,04. Evo consiguió la mayoría calificada en cada cámara, lo que, se estima, no habría sucedido si Tuto se alineaba tras Doria.
Pero, la gente se fue hartando del MAS y sus autoridades, lo que se demostró en el referendo constitucional de febrero de 2016 en el que el 51,3 por ciento rechazó el deseo de Evo de candidatear indefinidamente. Pese a ello, hizo que el Tribunal Constitucional Plurinacional le autorizara volver a postularse en 2019, con las consecuencias que todos conocemos y por las que tuvo que huir a México, en un avión gestionado por… Tuto.
En 2020, ya sin Evo y convocadas las elecciones, el bloque opositor tuvo a Carlos Mesa como su principal líder, pero hubo dos divisiones. Una, de José Luis Camacho y, la otra, de Tuto, que finalmente decidió retirar su candidatura a último momento. El MAS retornó al poder con un 55,11 por ciento de apoyo.
Y llegamos al actual proceso electoral, cuyos resultados asombraron por la victoria de Rodrigo Paz y, sin desmerecer el apoyo recibido, por un Evo reducido y confinado en el Chapare, del que ¡ay con el diablo!, intenta ser rescatado por Tuto al pedirle que declare que votará por Paz. Es decir, en una, al parecer, desesperada reacción ante sus pocas posibilidades de ganar el balotaje, para afectar a su contrincante intenta que Evo, si declara como desea, ahuyente a posibles votantes de su adversario…
Veremos qué decisión adoptará el invocado, que podría caer en la tentación dada por Tuto. En todo caso, en política hay favores y agravios que siempre pasan factura.
Qué feroz diablo el que se ha metido en la vida política de ambos líderes…