LA PÉRDIDA DE VALORES Y EL PRECIO POR EL PODER

Por Mauricio Fuentelsaz Oviedo, Abogado y analista

La pérdida de valores no es un fenómeno nuevo en la historia, pero su manifestación contemporánea es preocupante. En la carrera por el poder, conceptos como la ética, la moral y la empatía parecen ser valores negociables, especialmente cuando observamos casos como el de Manfred Reyes Villa, cuyo actuar político es una radiografía de esta decadencia.

Es inevitable cuestionar cuánto más negará Manfred Reyes Villa su estrecha relación con el gobierno de Luis Arce. Desde que sus problemas judiciales tomaron un giro inesperado, pareciera que el otrora opositor decidido se ha convertido en un aliado conveniente. Sumiso frente al oficialismo, ahora defiende lo indefendible. La escasez de dólares, la crisis de combustible y la debacle económica nacional son, para él, meras especulaciones. Pero, ¿qué sabe Manfred de la realidad del pueblo? ¿Ha hecho alguna vez fila para conseguir gasolina? Probablemente no. Mientras el ciudadano común se despierta en la madrugada para abastecer su vehículo (como yo, que estoy desde las 6:30 a. m. en la cola y aún no han empezado a vender gasolina, cuando son las 8:00 a. m., y lo que me faltará esperar. Pero aprovecho para escribir el presente artículo), Manfred seguramente duerme tranquilo, ajeno a la desesperación de la calle, que él llama especulación.

Lo que resulta aún más revelador es su posición —o más bien, su falta de ella— respecto a la crisis en Venezuela. Como ha señalado la candidata presidencial Amparo Ballivián, meses atrás los candidatos que ahora han firmado el pacto de unidad, junto con Vicente Cuéllar, enviaron una carta a Edmundo González reconociendo su victoria en las elecciones de Venezuela. Para la firma de la mencionada carta invitaron a Manfred Reyes Villa a que firmara la carta, pero Manfred se negó, lo que, por analogía, coincide con la posición del Arcismo de reconocer al dictador Nicolás Maduro como presidente, lo que lleva a suponer que Manfred no está en condiciones de contradecir al Arcismo. La posición de Manfred es un gesto que dice mucho más que mil palabras. En un contexto donde incluso figuras afines al socialismo como Lula da Silva y Gustavo Petro comienzan a distanciarse de Nicolás Maduro, Manfred opta por seguir indiferente. Al guardar silencio, Manfred se convierte en cómplice, ya no solo de un régimen, sino de la perpetuación de la miseria, la persecución política y la pérdida de esperanza de un pueblo que una vez soñó con ser próspero. Que no sorprenda que ahora, por la fuerte presión internacional que se está ejerciendo contra Nicolás Maduro para que permita la sucesión presidencial de Edmundo González el próximo 10 de enero, Manfred salga a la palestra reprochando al dictador Maduro y aplaudiendo la sucesión presidencial, pero será ¡TARDE!

Es aquí donde debemos reflexionar sobre el precio del poder. La subyugación de Manfred ante Arce demuestra que, para algunos, el fin justifica los medios. No importa cuántos principios deban ser sacrificados en el altar de la conveniencia política; lo importante es mantener la posición. La moral, la ética y la empatía, lejos de ser brújulas, son lastres para quienes ven en el poder no una oportunidad de servir, sino un botín que conquistar. Al final, Manfred es libre de aliarse con quien le parezca, sea Arce, Evo o con quien sea de su preferencia, pero lo que es imperdonable es ser indiferente ante las violaciones flagrantes a los derechos humanos. Peor aún, viniendo de alguien que dice haber sido víctima de la persecución política del evismo, por lo que tuvo que exiliarse en el extranjero. ¿Pero esos recuerdos no cuentan cuando se busca el poder?

Manfred no es el único, pero sí un ejemplo emblemático de cómo los valores son canjeados por intereses personales. Su actuación nos obliga a preguntarnos: ¿qué clase de líderes queremos? Porque líderes como él no solo traicionan a quienes los eligieron, sino también a los principios que alguna vez dijeron defender.

Es momento de exigir más. De reconocer que el verdadero poder no reside en el puesto que se ocupa, sino en la capacidad de liderar con integridad. Si los líderes actuales no entienden esto, es porque, ya han perdido el rumbo en su búsqueda insaciable de poder.

Al final, la historia juzgará, pero nosotros no podemos esperar. La pérdida de valores no puede ser la norma, ni el precio del poder un boleto hacia la sumisión moral. ¡Por esa indiferencia, hoy estamos pagando un precio muy alto!

(PD. Tardé en cargar gasolina 3 horas 20. Pero no se preocupen, todo está bien, es pura especulación)

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