No vamos ahora a descubrir que las dos facciones del masismo se encuentran confrontadas, y así como muchos afirman que al final estos se unirán, en política jamás puede confirmarse algo, pero, pasar por alto y aliarse con alguien que es acusado por delitos como estupro y trata de personas, entre otros, no creo que sea muy buena idea. Más allá del cálculo político que los pueda volver a unir, el daño está hecho y no creo que nadie se anime ni siquiera a darle la mano. Mientras sigan los bloqueos y las acciones que sólo buscan librar a Evo de las acusaciones, el desgaste y el deterioro de la imagen del ególatra, es cada vez mayor. El escenario electoral ha cambiado, el 60% de la población vive en la zona urbana; menos del 20% es indígena originario, cuando antes eran considerados el 70%, ahora es catalogada como mestizos citadinos y hoy se han convertido en víctimas de aquel que pregonaba su defensa, aquel al que se le confió su voto para hacer más e hizo menos de lo que debía, incluido el no creer en su gente; aquel que lo único que ha hecho es desprestigiar al país, sus instituciones, al Gobierno y la gestión actual, cuando en realidad tuvieron el pleno poder del Estado (y qué aún se mantiene en algunos niveles) y no hicieron lo que debieron; ¿por qué ahora deberíamos pensar que lo harían? ¿cómo la gente confiaría de nuevo en Evo? si la mayoría parece estar desmarcándose de él. Las declaraciones del senador Leonardo Loza, “Qué le cuesta al gobierno levantar los procesos” (a Evo) a cambio de que los bloqueos puedan terminarse o levantarse, es el más vil chantaje que se puede hacer a una sociedad sólo porque se quiere dar impunidad al acusado. En el 2016 Evo fue claro: “Quien se esconde o escapa es un delincuente confeso. No es un perseguido político”. No se presentó a declarar y se inventó los bloqueos para escapar de la justicia, ¿esa es la talla de quién quiere volver a ser presidente?
Del otro lado el exmilitar Manfred Reyes Villa supuestamente aparece primero en las encuestas de preferencia electoral, busca ganarse el apoyo popular pero siempre a costa de prebendas, promesas o acuerdos patrióticos, en políticas publicas subnacionales pareciera que le va bien, ¿pero presidente? Goza de la simpatía de la gente local, confía en él principalmente por lo que hace por la ciudad de Cochabamba, aun así, no goza de la confianza plena de la oposición y menos de Santa Cruz especialmente por su desplante a la capacidad de los cruceños al considerarlos sólo para ministros, por lo señalado por su disque vocero, quién no tuvo reparos en dar una calificación peyorativa y errada de los cruceños y por las acusaciones a su entorno por armar casos contra sus opositores. Suponer que se puede prescindir de Santa Cruz en el ejercicio político y económico del país, es tener una visión errada, por lo cual se tendrá que observar si se le permiten acercamientos con esa zona y así evaluar cómo se posicionaría en un futuro eleccionario nacional, su pleito con oriente y sin definición sobre su acercamiento al oficialismo o la oposición son cuestiones negativas, así no parece ser el idóneo para el común denominador de los ciudadanos,
El tercero es un académico, nuevo, emergente en la política, Vicente Cuéllar es distinto en la testera, busca impulsar un modelo diferente que pocos conocen y comprenden pero que ya muchos apoyan. Su ascenso ha sido sostenido y a diferencia de los otros, masistas y tradicionales, no tiene una historia política que lo defina o perjudique como al resto. Es honesto, con un discurso diferente y otra visión de país, cree en la nueva Bolivia; la premisa es sacar al MAS del poder, se enfrenta en primera línea a Tuto, Mesa, Doria Medina y Manfred que sabemos si van solos será a un alto costo, el cual, por supuesto significa perder, especialmente por su pasado. Cuéllar apuesta a un programa de gobierno distinto y a promesas electorales de corto plazo que sirvan para sacar a Bolivia de la crisis en la que estamos metidos. La historia se repite, estamos muy cerca de que vaya a ocurrir lo del 2005, todos pensaron que estaba armado el triunfo de Carlos Mesa, al final terminaron apoyando al menos indicado, a Evo, quien finalmente nuca estuvo apegado a decisiones del soberano, se encargó de destrozar la poca institucionalidad que existía y a quién hoy se le atribuyen delitos graves. Si tomamos en cuenta la situación económica actual, la situación de los órganos de poder, las peleas políticas internas del oficialismo y de la poca oposición con representación política, es urgente un golpe de timón con una nueva representación, es la ventaja de Cuéllar. El primer trimestre del próximo año es crucial para acercarnos a una realidad política, social y definitiva, saber quiénes candidatearán obliga a analizar por quién deberíamos y por quién no deberíamos decantarnos al final.
Todo es un quilombo, no solo las elecciones judiciales o la elección del Fiscal General que entran y salen del limbo en el que se encuentran, el Censo es una tarea inconclusa, nunca convencieron a nadie y los resultados continúan sin reconocerse, no sabemos si permitirán mayores o menores ingresos en los municipios y las regiones, incluso la distribución de escaños ha sido una burla, ni qué decir del pacto fiscal que debería haber, sumémosle ahora las denuncias contra Evo que cada día son más y se unen con mayor fuerza, los insólitos bloqueos que buscan ocultar verdades materiales y verdades históricas. Pareciera que el enfrentamiento interno del MAS está llegando a su fin, no lo sabemos, la verdad es que lo que se viene es aún más complicado. Resulta, que finalmente, los azules no habían sido la “reserva moral”, quedaron atrapados en un sistema que nunca se propusieron transformar porque estaban aferrados a una falsa ideología, pero eso sí, muy apremiados por gozar de las mieles del poder y del dinero de los bolivianos.
*Fernando Berríos es politólogo.